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Carolina Quiroga-Stultz

16 - Cuento


Una niña saldrá a detener una bola de fuego que en sí misma, es la guerra. En su peligroso viaje tendrá la ayuda de una cierva. A pesar de su heroísmo, la decisión de detener la guerra dependerá de su comunidad. En el epílogo hablamos sobre la cultura Ashuar y terminamos el programa con dos adivinanzas.


Fuentes:

1. Libro Verde Fue Mi Selva, escrito por Edna Iturralde. Publicado por Alfaguara Infantil, 1998.

2. Página web: http://www.pachamama.org/achuar


¡Meset! ¡Guerra!

Basado en el cuento del libro Verde Fue Mi Selva escrito por Edna Iturralde.

Adaptado por Carolina Quiroga-Stultz


¡Meset, Meset, Meset! ¡Guerra, guerra, guerra!


Éstas fueron las palabras que la pequeña Tetsem escuchó mientras se escondía en la oscuridad. La palabra meset fue repetida varias veces por el brujo de su tribu quien discutía con otros hombres dentro de su cabaña.


A la pequeña Tetsem le parecía que el brujo pronunciaba con tanta ira y fuerza la palabra meset o guerra, que dicha palabra rebotaba de un lado al otro como una pelota de caucho. La puerta se abrió y dejó ver la silueta a media luz del brujo Kamantan, bajo esa pobre luz la silueta parecía como una mala premonición. Tetsem pudo jurar que vio salir por la misma puerta una bola roja de fuego, como un carbón encendido que se metió volando entre los árboles.


El corazón de la niña empezó a latir alocadamente sintió un frío pegajoso en todo su cuerpo. Tenía que ser aquella palabra, meset la palabra guerra, la que la hacía sentir de esa manera tan incómoda.


Y es que las palabras son muy importantes y hay que saber tratarlas con cuidado. Especialmente una palabra tan seria y tan trágica como guerra. Seguro que cuando los adultos pasaron la palabra de boca en boca, al pronunciarla obtuvo vida y ahora que había salido por esa puerta se iría por todos los rincones de la selva.


Eran las tres de la mañana, hora de la guayusa, momento en el que los Achuar se sientan a discutir asuntos importantes mientras beben el agua medicinal.


Tetsem salió de su escondite detrás del montón de leña cortada. No es que ella fuera cobarde. No, ella era tan valiente como cualquiera de sus hermanos. ¿Pero otra guerra? No a ella no le gustaba esa idea.


La pequeña camino lentamente hacia el otro lado de la casa, hasta el ekent, la parte reservada a las mujeres, donde varias de ellas ya estaban preparando el desayuno. Recién habían puesto nuevos leños en el fuego y la habitación se había llenado de humo. La niña miró distraídamente el techo de paja cubierto de hollín.


Pensó que con tanto humo ningún insecto se atrevería a vivir allí. Entró en la estancia y se sentó en el suelo, junto al fogón. Y vio pedazos de yuca frita dorada y deliciosa servidos sobre hojas de plátano. Con cuidado tomó el más grande y se puso a comer mientras pensaba.


Tetsem recordaba que hacía dos días había fallecido el hermano mayor del brujo Kamantan, y la misma noche en que eso había sucedido, el brujo soñó que su hermano muerto le decía que sobre él había caído un hechizo realizado por el jefe de otro grupo Achuar y en consecuencia el espíritu de su hermano clamaba venganza.


Las mujeres se habían puesto a preparar la pintura que los hombres llevarían en su piel durante la guerra. Molían en un mortero de piedra y pepas de achiote mezcladas con grasa, mientras entonaban canciones de guerra.


Hasta el pájaro Tiinkshikia cantaba:

-Au, Au, Au, Au, todo tiembla, todo se oscurece. Au, Au, Au, Au, la guerra llega. Au, Au, Au, Au

Afuera los guerreros se preparaban con sus carabinas, bodoqueras, cervatanas, flechas y lanzas.


Ese día nadie saldría de cacería y tampoco irían a trabajar.


Varios comenzaron a pronunciar el discurso de los valientes:

- Wi, Wi, Wi, uuuuuuu, uuuuu, uuuuu, jai, jai, jai, wi, wi, wi. Yo, yo, yo no conozco el miedo.


En ese momento la mamá de Tetsem se acercó con una canasta en la mano y le reprochó que no estaba haciendo nada.


- ¿Dónde estabas? ¿Por qué no nos estás ayudando?


La niña no dijo nada más bien se arrimó a la pared de caña. A su lado había una rendija por la cual podía ver hacia fuera, donde están los hombres alistándose para empezar el cerco de la guerra. Su padre ya tenía el rostro pintado con líneas de un rojo intenso que le atravesaron de lado a lado y estaba aplicando curare, el veneno mortal a la punta de sus flechas. Otros hombres tenían una expresión seria y preocupada mientras se ajustaban cintillos de plumas en sus cabezas.


Tetsem raspó la madera con su uña agrandando el agujero para ver mejor. Ahí están sus hermanos menores que afilaban los machetes. El metal lanzaba chispas rojas al tocar la piedra. La niña recordó la bola de fuego que viera horas antes. ¿Qué pasaría si la pudiera detener en su camino? ¿Se podría detener la guerra? ¿Pero quién lo haría? Con los preparativos tan avanzados, nadie se atrevería a decir nada en contra de la guerra o lo acusarían de cobarde.


Tetsem pensó intensamente al respecto, ella podría intentarlo, sólo tenía que buscar el camino que la bola de fuego había seguido y luego detenerla. La pequeña vació la canasta que contenía la yuca, se la puso en la espalda y salió corriendo de la cabaña. Corrió con prisa pasando de largo por las chacras de plátano hasta internarse en la selva.


Sabía que no contaba con mucho tiempo, quizás un día y una noche. Los hombres sólo esperarían no terminar de construir el Wenuk, es decir, el fortín de guerra para luego marcharse a luchar.


Cuando vio que nadie la seguía y que se encontraba a una buena distancia de su casa, paró de correr y miró a su alrededor. Ahora lo importante era decidir por donde continuar. Estaba a punto de decidirse, cuando de la maleza salió una cierva de grandes ojos sabios, que dijo dulcemente: Tetsem, mi pequeño colibrí.


La niña miró a la cierva sorprendida. ¿Sería posible que ella fuera el espíritu de su abuelita? Sólo su abuela la llamaba pequeña colibrí. ¡Pero claro tenía que ser, todos los Achuar sabían que cuando uno de su tribu muere se convierte en ciervo!


Tetsem: Nukuchiru, Nukuchiru, abuelita, abuelita! - Exclamo la pequeña niña abrazando a la sierva por el cuello.


Abuela ciervo: Puedo ver en tu corazón lo que te pasa y lo que estás tratando de hacer, a mí tampoco me gusta la guerra.


Tetsem: Entonces, ¿me vas a ayudar a detenerla?


Abuela ciervo: Lo primero que tienes que hacer es encontrar a Meset, encontrar la palabra guerra y luego llevarla de regreso al lugar en donde se originó. Sólo ellos, los que le dieron vida a esa palabra en el momento en que la pronunciaron, sólo ellos pueden destruirla.


Tetsem: ¡Pero Nukuchiru, todos ellos quieren la guerra!


Abuela ciervo: No estés tan segura mi pequeña colibrí. No estés tan segura.


Caminaron por la selva durante un buen rato y se detuvieron en un claro al escuchar un llanto. Era la señora araña, quien se lamentaba diciendo: tendré que volver a empezar, tendré que volver a empezar.


Tetsem preguntó: ¿qué sucede señora araña? ¿Qué pasó con su casa?


Araña: Pues verás pequeña, yo tengo muchos enemigos, pero a mí nadie me casa con la vara de fuego de los humanos. Esta vez yo estaba tranquilamente sentada, esperando la visita de algún mosquito, cuando de repente de la nada pasó volando una bola de fuego y se llevó toda mi casa de un tirón. Por suerte yo me agarré de una hoja o si no me hubiera rostizado.


En ese momento la abuela cierva y la niña supieron que iban por buen camino, la bola de fuego no debía estar muy lejos. Bajaron por un camino lodoso y llegaron a un río blanquecino que parecía cubierto por un manto de lana.


Con el soplar del viento se escuchó otro lamento. Esta vez era el ulular de los árboles de wawa, los árboles de balsa que crecen en la orilla del río.


árboles: nuestras flores, nuestras flores, nos quitó todas nuestras preciosas flores y las echo al río!


Tetsem miro hacia el rio. Ahora comprendía porque el río se veía todo blanquecino. Las flores de los árboles de wawa, eran muy parecidas a los copos de lana, y habían sido arrastrados por la corriente dándole ese aspecto de un manto blanco sobre el río. La niña sospechando quién lo había causado, preguntó: ¿quién hizo esto señores árboles?


No fue un hacha, no fue ni un machete, no es nada que conozcamos. Vino de la nada, una bola de fuego roja y con fuerza nos golpeó una y otra vez antes de cruzar hacia la otra orilla.

Confirmadas sus sospechas la abuela y la pequeña cruzaron el río que no era muy profundo. Sin embargo, deberían apurarse estaba anocheciendo y en pocos momentos ya habría oscurecido.


De repente escucharon voces de un caserío no muy lejano. Tetsem dijo preocupada: oh no! Debemos evitar que meset, la guerra llegué al caserío. ¿Pero dónde estará?


Abuela ciervo: Mira entre los árboles


Cuando la niña dirigió su mirada hacia la maleza vio una intensa bola de fuego roja que se prendía y apagaba. La niña exclamó aterrada: Nukuchiru, nukuchiru, es meset, la guerra, tenemos que huir!


Pero su abuela le cerró el camino y con determinación y ternura le dijo: espera pequeño colibrí. Recuerda que viniste a buscar la bola de fuego.


Pero la niña tenía tanto miedo que ahora sólo quería escapar. La cierva se acercó a la niña y la acaricio con su cabeza.


Abuela ciervo: atrápala con tu pitiak, con la canasta qué llevas colgada en la espalda.


La niña titubeo y dijo: ¿Pero cómo abuela? ¿Cómo voy a poder? Yo soy solo una niña


Tetsem se sentó en el suelo abrazó sus rodillas y escondió el rostro. Pasaron varios minutos antes de que la niña se levantara, pero aún sus rodillas le temblaban. Entonces la abuela dijo:


Abuela ciervo: acércate con cuidado y mantén tu boca cerrada, no sea que meset se introduzca en tu boca y te haga cambiar de opinión.


La niña respiro profundamente y luego se encaminó hacia donde la bola de fuego estaba levitando en el aire. Cada vez que se acercaba el color rojo parecía más intenso.

La bola de fuego se inflaba y desinflada, como si estuviera tomando un respiro antes de continuar su misión de venganza.


Tetsem se agachó y siguió caminando casi a gatas. Cuando estuvo suficientemente cerca, cerró con fuerza sus labios y de un salto puso su canasto sobre la bola de fuego atrapándola. Pero la bola de fuego se movía alocadamente dentro del canasto de un lado a otro, tratando de escapar. La niña apretó con fuerza el canasto contra su pecho.


Abuela ciervo: rápido Tetsem, sube mi espalda, te llevaré inmediatamente a tu casa.


Mientras galopaban de regreso a su caserío, las hojas y ramas de los árboles a su alrededor golpeaban en el rostro de la niña, incluso algunos de sus cabellos se quedaron en las ramas de los arbustos. Era como si la bola de fuego comandara a las hojas o a las ramas tratando de detener el paso. Pero a la pequeña eso no parecía importarle, Ella soportaba la incomodidad y el dolor con su boca apretada, durante todo el trayecto ni un solo ruido, ni una sola queja salió de su boca.


Llegaron bien pasada la medianoche. Se despidieron con un fuerte abrazo y la pequeña camino hacia la cabaña del brujo. Dentro de la cabaña se escuchaban los preparativos para tomar la guayusa. Tetsem camino hacia la puerta, pero antes de que ella pudiera abrirla, la figura del brujo Kamantan apareció tapando la entrada y con visible molestia le preguntó a la niña: qué haces aquí niña?


Tetsem: Tengo algo que enseñar a los mayores.


El brujo fijo la mirada en ella y dijo: bueno entra. Pero más vale que sea algo importante.


Al tiempo que la pequeña entraba en la cabaña vio que allí estaban reunidos los hombres y algunas mujeres atizaban el fuego. Entre ellos, estaba el padre de Tetsem, quien preguntó: qué tienes en tu pitiak, en tu canasta?


Sin decir una palabra la niña abrió la canasta. Y en ese momento la palabra guerra, meset salió disparada. Y a lo que recurría la cabaña se escuchaba un eco: guerra, guerra, meset, meset. Luego la palabra en forma de bola de fuego se quedó colgada del techo como un vampiro en espera de sus víctimas. Todos retrocedieron asustados. El brujo estaba furioso y grito: ¿por qué la has traído de regreso?


Tetsem: ¡Para así evitar la guerra!


Brujo: Evitar la guerra? ¿Criatura ignorante, no te das cuenta de que ya estamos preparados para la guerra? ¿No te das cuenta de que todos queremos meset, guerra?


La pequeña Tetsem, miró a su alrededor buscando una cara amable que estuviera de acuerdo con ella.


Y cuando comenzó a pensar que de verdad todos querían la guerra, escuchó una voz familiar. Era su hermano mayor que se había plantado entre el brujo y la pequeña y enfrentaba a Kamantan con un gesto altivo y decía con seguridad: ¡no todos!


Luego la pequeña escucho a su madre decir: ¡no todos!


Luego su padre dijo: ¡no todos!


Hasta sus hermanos dijeron: ¡no todos! Y a ellos se unieron las voces de todas las demás personas en la cabaña hasta sus hermanos dijeron: no todos. Ya ellos se unieron las voces de todas las demás personas en la cabaña.


Y mientras todas las personas dentro de la cabaña repetían: no todos, la bola roja que era aquella temida palabra guerra, meset, perdía brillo y tamaño, y se reducía y se enfriaba.

Lo único que quedó de esa temida bola de fuego, fue un pedazo negro y arrugado de carbón que cayó al suelo.


Tetsem la recogió y la colocó en la palma de su mano, luego le apretó haciendo un puño y salió de la cabaña. Pero antes se volteó mirar y vio que todos los hombres y las mujeres se reían dándose palmadas en las piernas, con rostros alegres, porque habían evitado una innecesaria guerra.


La niña se sentó frente al wenuk, frente al fortín de guerra que habían terminado de construir para aislarlos y protegerlos de sus enemigos. Y allí la pequeña abrió la mano donde tenía el pedazo de carbón que había triturado en su mano, y con fuerza sopló las cenizas y al tiempo que lo hizo el fortín cayó.


La Niña cantó: wi, wi, wi, wi, yo, yo, yo, yo, wi, wi, uuu, uuu, jai, jai, jai.

Comentario


Muy bien mis queridos oyentes hablemos un poco sobre la cultura Achuar, sobre la cuál la autora ecuatoriana Edna Iturralde se inspiró para escribir esta hermosa historia.


Los Achuar son un grupo de indígenas que viven en la cuenca amazónica. Y hoy día su población llega a las 6000 personas. Sus tierras ancestrales que abarcan casi 2 millones de acres están entre las fronteras con lo que son los países de Ecuador y Perú en Suramérica. puedes ubicarlos en el mapa?


Los Achuar viven en áreas remotas. Lo cual ha permitido preservar sus formas de vida con muy poca influencia del exterior.


Todos los aspectos de su cultura están orientados a la espiritualidad alrededor de los sueños y las visiones. Los Achuar tienen muchos rituales antiguos para acceder a los sueños y formas de integrarlos en su vida cotidiana. Es por eso que los chamanes juegan un rol central en la vida ceremonial y en la salud de la comunidad.


A través de su historia los Achuar han sido autosuficientes y autónomos, sosteniendo a sus grupos de familias a través de la caza y el cultivo de huertos. Hace mucho tiempo fueron semi nómadas, pero hoy día viven en pequeñas comunidades como resultado de su contacto con los misioneros cristianos después de 1960.


Debido a la explotación de compañías petroleras extranjeras, los Achuar han sido excluidos de sus propias tierras. Sin embargo, en los últimos años han unido esfuerzos con diferentes organizaciones y otros grupos para proteger la Amazonía, la cual por cierto es los pulmones de nuestro planeta. Y gracias a dicho esfuerzo traigo buenas noticias, el pasado viernes 26 de abril, la tribu indígena Waorani igualmente ubicada en la Amazonia Ecuatoriana ganó su primera victoria en un esfuerzo por bloquear la explotación petrolera de estas compañías en las tierras a amazónicas.


Así que felicitaciones a estas personas que están trabajando tan duro para mantener nuestro planeta vivo. ¿La pregunta es, qué estamos haciendo nosotros? Recordemos que le vamos a dejar este planeta a aquellos que hoy día son jóvenes. ¿Qué estamos haciendo los adultos para garantizar que nuestros hijos, nietos, sobrinos y sobrinas disfruten de un saludable planeta? Cuéntanos más sobre tus esfuerzos y recuerda que cada acción cuenta. Déjanos un comentario en nuestro Facebook Tres Cuentos Podcast.


Dos adivinanzas


¿Qué tiene piernas, pero no puede caminar, tiene comida sobre su espalda y no se la puede comer?

Muy bien mis queridos oyentes eso es todo por hoy, tres cuentos les dice que la vida es más bonita si encontramos formas creativas y pacíficas para resolver nuestros conflictos.

En nuestro siguiente episodio conoceremos dos chiquillos que se fueron detrás de una pelota brillante y uno de ellos casi se convierte en muñeca.


Créditos musicales

TipToes – Myuu

Pooka – Kevin MacLeod

The Curious Kitten – Aaron Kenny

Hidden Agenda – Kevin MacLeod está autorizado la licencia Creative Commons Attribution (https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/)

Goddess of War – Unicorn Heads

King of Peace – Twin Musicom está autorizado la licencia Creative Commons Attribution (https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/)

Spying in the 60’s – Sir Cubworth

Digital Bark – Kevin MacLeod está autorizado la licencia Creative Commons Attribution (https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/)

Elegy – Wayne Jones

Saving the World – Aaron Kenny

Antartica – Audionautix

Sneaky Business - Biz Baz Studio

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