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Carolina Quiroga-Stultz

8 - Fantasmas


Un joven tratará de darle una lección a su padre para que deje de tomar alcohol. Sin embargo, su padre no olvidara la afrenta y lo maldecirá para siempre. Luego hablamos sobre la creencia en esta inusual criatura. Finalizamos con un cuento más sobre el Cadejo que nos llega desde Guatemala.

Fuentes:

El segundo cuento esta basado en el cuento de Héctor Gaitán en su libro: La Calle donde Tú Vives, publicado por Artemis y Edintes.


La Leyenda del Cadejo

Cuento adaptado del libro Los pájaros no tiene fronteras, Leyendas y mitos de América Latina, por Edna Iturralde, publicado por Alfaguara Juvenil.

Adaptado por Carolina Quiroga-Stultz


Juan Arcadio, hijo de Don Eladio Pérez Ojin, sabía que su padre había sido un borracho por mucho tiempo. En su pueblo, los hombres trabajadores se reunían después del atardecer a tomar. Para la familia de Don Eladio, el hombre se había bebido los pesos del jornal diario por un buen tiempo. Es por eso que Juan, el hijo de Don Eladio tuvo que dejar la escuela y en su lugar comenzar a trabajar en la milpa, el campo, para compensar.


Juan recordaba que su padre solía ser amable y alegre. ¿Qué sucedió entonces? Don Eladio tuvo un accidente. El hombre dijo que había sucedido en el trabajo, pero no había testigos. El doctor rural no pudo hacer mucho. La ciencia no llegaba a esos lugares tan remotos. Don Eladio perdió dos dedos en su mano izquierda y aún así, la mano todavía podía trabajar, era como si alguien lo hubiera planeado así.


Don Eladio no perdió su trabajo, simplemente fue degradado de cargo. El hombre no perdió a sus amigos, ellos simplemente lo miraban de forma diferente. Don Eladio no perdió a su familia, solo se resintió hacia ellos.


Cerca de cinco años habían pasado desde el accidente. El humor de Don Eladio se volvió más sarcástico, cruel y perverso. La esposa se convirtió en el saco de boxeo. Y a pesar de eso la mujer no hacía más que disculpar al hombre. ¡Es mi culpa mijo, lo siento! Pero Juan sabía que la cosa no era así. Su Mamá no era ninguna tonta, por el contrario, era una mujer recursiva e inteligente. El problema en la casa era que ella le tenía miedo a Don Eladio o peor que ella pensaba que no podía vivir sin un hombre. ¿Quién va a ayudar a una mujer sola? No mijo, yo aquí estoy bien.


Juan sabía que el alcohol era lo que ponía a su padre de un humor agrio y destructivo. Entonces, la solución era simple, sin alcohol no debía haber violencia. Sin embargo, como Juan no podía cerrar las tabernas o iniciar un alboroto al respecto, lo que si podía hacer era darle a su padre un buen susto.


El lunes, Juan fue donde el carnicero y consiguió el cuero de vaca más feo que encontró. Era negro, peludo y lo suficientemente grande para cubrir el cuerpo de Juan mientras se arrodillaba en cuatro.

El martes, el muchacho trabajo todo el día en la milpa. El miércoles, Juan fue al herrero y se consiguió un par de cadenas de perro oxidadas. El jueves, se fue para el bosque a ensayar. Al atardecer dejó el disfraz y las cadenas escondidas detrás de unos arbustos cerca al camino que su padre recorría de regreso a casa cada día, y luego Juan se fue para el rancho.


El viernes después de comer, Juan se excusó de la mesa y se fue a la cama temprano. Cerca de la media noche se levantó y salió del rancho, de camino al lugar donde había dejado el horrendo disfraz. Se lo puso encima, primero el cuero de vaca y luego las cadenas alrededor y se sentó a esperar. Pronto su padre vendría tambaleándose por el camino.


Cuando al final Juan escucho a Don Eladio arrastrando los pies, la hedionda criatura de cuatro patas salió de su escondite, gruñendo y sacudiendo las cadenas. El borracho no tuvo tiempo de pensar. Don Eladio salió corriendo como alma que lleva el diablo para su casa, gritando y tropezándose a cada tanto como loco.


El monstruo de cuatro patas se giró a mirar como su padre corría por su vida. Sintiendo que la misión había sido cumplida a satisfacción, Juan se quitó el disfraz, lo escondió de nuevo y corrió de regreso a casa tomando un atajo. Justo a tiempo para entrar al rancho, acostarse en su cama y pretender que estaba dormido.


Pronto Don Eladio llego al rancho golpeando con fuerza la puerta. Cuando la mujer le abrió, el hombre se arrodillo llorando y escupiendo palabras incoherentes. La pobre mujer no tenía idea de lo que estaba pasando. El borracho lleno de arrepentimiento le beso las manos y le dijo:


¡Mija, lo siento, no lo vuelvo hacer, se lo juro!


La verdad es que Don Eladio no probo una gota de alcohol en las siguientes dos semanas. Incluso su ánimo mejoró. Arrepentido, cordial y servicial. Pero no duró mucho. Hacia el inicio de la tercera semana, el hombre comenzó a reflexionar acerca de lo que le había sucedido.


Quizás, el susto había sido solo un mal sueño o había tomado demasiado. Era mejor medirse un poco con el tragito. El viernes de esa semana le prometió a su familia que regresaría temprano, que no bebería por tres días seguidos.


¡Yo se tomar mija! ¡Un hombre necesita tiempo para sí mismo, con sus amigos! ¡Además, yo no tengo porque aguantarle la cantaleta!


Nada lo hizo razonar, Don Eladio salió a tomar.


Ese fin de semana no fue tan malo. El hombre casi cumple con su palabra. Ese viernes tomó tres horas menos que lo usual. El sábado dos horas menos de lo usual y el domingo una hora menos. El borracho estaba tentando al destino.


Para el lunes, Don Eladio estaba decidido a regresar a sus viejas costumbres. Es por eso que el jueves Juan decidió darle a su padre un segundo escarmiento.


El disfraz estaba en su lugar. El viernes a la media noche, la horrenda aparición estaba esperando al borracho detrás de los arbustos. Esta vez Don Eladio no grito mucho, simplemente salió corriendo, de tanto en tanto tropezándose con sus propios pies. Pero el susto era más grande que el dolor. Al llegar a la casa el borracho no le llorá a su mujer, ni siquiera menciono el incidente. Según borrosos recuerdos y según su adolorido cuerpo, él había sido atacado por una bestia o por un par de ladrones.


El magullado hombre descanso el sábado, pero el domingo en la tarde Don Eladio estaba de regreso en la taberna, como si se estuviera des atrasando con los tragos que no se había tomado los días anteriores.


Esa misma noche, el espantoso monstruo espero pacientemente a su víctima al lado del camino. Sin embargo, esta vez Don Eladio no corrió de regreso a su casa, por el contrario se perdió en el bosque. Como la horrenda criatura no lo siguió, el borracho durmió donde su cuerpo se derrumbó del cansancio.


Al siguiente día la resaca era tan terrible que ni siquiera se apareció por el trabajo, por lo cual casi lo echan. Pero el patrón que había sido el padrino de bautismo del único hijo de Don Eladio lo perdonó, pero no antes de regañarlo:


¡Por última vez Eladio tenes que comportarte! ¡Pensa en tu familia!


Quién sabe dónde durmió el borracho de lunes a miércoles. Don Eladio regreso al rancho el jueves en la noche y no dijo ni una palabra. El viernes después del trabajo, el hombre se quedó despierto toda la noche en una especie de delirio. El sábado, Don Eladio salió para la taberna a eso de las seis de la tarde.


Juan pensó: ¡Un susto más! Y su padre estaría libre de las cadenas del alcohol. Por lo menos desde el primer susto la violencia domestica había reducido bastante.


Escondido bajo las sombras de una noche de luna llena, Juan esperó a su padre por casi dos horas. Hasta que escuchó un cuerpo pesado arrastrando sus pies y gritando: ¿Dónde estás? ¿Dónde estás? ¿Dónde estás maldito animal?


Juan se puso rápidamente el cuero de vaca y las cadenas alrededor de cada tobillo y comenzó a caminar en cuatro patas. Se detuvo al lado del camino y desde allí comenzó a gruñirle al borracho. Pero esta vez Don Eladio no corrió, ni gritó. En su lugar el hombre agarró un palo largo que encontró y corrió hacia la temible criatura gritando:


¡Te voy a matar maldito animal!


Juan estaba confundido, su padre no estaba asustado, por el contrario, lo quería matar. Pronto Juan se puso de pie, se quitó el cuero de vaca, pero como era de noche, era difícil distinguir una cosa de la otra. Juan grito:


¡Soy yo papa! ¡Juan! ¡Es solo una broma! ¡Soy yo!


Don Eladio se detuvo antes del primer golpe, soltó el palo, pero no había simpatía en su mirada, solo odio.


El padre no dijo mucho tan solo pronuncio una maldición:


¡Por irrespetar a tu padre, en cuatro patas andarás, estos caminos en la noche, recorrerás!


Don Eladio siguió caminando hacia su casa sin mirar atrás. Ni siquiera se giró cuando su hijo lloro de dolor. O si no hubiera visto como el hediondo cuero de vaca se montaba lentamente por la espalda de Juan obligándolo a doblarse en cuatro. Derritiéndole la ropa y adhiriéndose a la dermis de Juan como una segunda piel. Juan acabó convirtiéndose en la aparición de una bestia que hoy en día es conocida como, El Cadejo.


La gente dice que Don Eladio se enloqueció, dejó a su esposa y se le vio más de una vez vagando por el bosque llamando a su hijo:


¡Juan mijo, perdóneme!


En cuanto a Juan, la gente dice que Dios tuvo piedad del pobre muchacho y le concedió juzgar a su voluntad a los viajeros nocturnos de esos caminos. Cuidando a los justos y castigando con la muerte a aquellos de mal corazón.


¡Y Colorín colorado, este cuento se ha acabado!


Comentario


Muy bien mis queridos amigos y amigas es mejor que se cuiden la espalda cuando van de regreso casa por la noche. Porque uno nunca sabe cuál tipo de Cadejo es el que lo está siguiendo. Y cuando digo cuál tipo de cadejo me refiero al hecho de que en algunos lugares se cree que hay por lo menos dos clases de cadejo.


Algunos le dirán que hay un cadejo que es blanco y otro que es negro. La mayoría están de acuerdo en que es un espíritu que toma la forma de un perro grande y peludo con ojos brillantes. Aparentemente este perro no se le aparece a cualquier persona y tampoco toma la misma forma cada vez.


En algunas partes se dice que el cadejo blanco es el bueno y que le negro es el malo. Y en otras partes se dice que es el mismo, solo cambia de color dependiendo de con quien se encuentra.


En unos casos el perro acompaña a la persona para cuidarla y en otros casos para dale una lección.

¿Pero quiénes son estas personas que necesitan un cuidado especial? Puede ser cualquier persona que está caminando de regreso a casa tarde en la noche, incluso puede ser un borracho, un hombre, una mujer, un niño, una niña. Pero en la mayoría de los casos se dice que estas personas tienen un buen corazón y por eso es que el perro las acompaña.


Ahora si el perro siente que la persona al que él está acompañando no es una buena persona, entonces lo más probable es que aquel caminante vaya a ser atacado por el cadejo.


También se dice que si el caminante es lamido por el perro en la boca, entonces esa persona se verá acompañada por el cadejo las siguientes nueve noches. Más aún, si aquella persona era ya un borracho, pues después de que el perro le lamió la cara, si aquella persona tenía intenciones de dejar el trago, pues después de eso no lo va a poder hacer jamás.


Y probablemente esa sea la razón por la cual dicha persona morirá. Finalmente, esta creencia en el cadejo o el cadejo es compartida por diferentes países centroamericanos como Nicaragua, El Salvador, Costa Rica, y Guatemala.


Un cuento más

Para finalizar el programa, aquí les va otro cuento sobre el Cadejo, ese perro que escoge proteger a unos y atacar a otros, especialmente a aquellos con malas intenciones.

Este cuento nos llega del libro “La Calle donde tu Vives” por Hector Gaitán. Publicado en Guatemala por Artemis y Edintes. Y por supuesto la versión que escucharan es una adaptación de este muy entretenido cuento.


El Cadejo del Guarda del Golfo


Las mulas cargadas de madera llegaban caminando despacio a Palencia. El intenso y caluroso sol oscurecía la piel de los arrieros. Los hombres caminaban detrás de las mulas, sedientos, sudorosos y de mal humor. Listos para descargar la madera en cualquier tienda donde pudieran venderla.


El trabajo era rutinario y exhaustivo. Cada día de la semana había que preparar la madera, cargarla, y traerla desde la colina a la ciudad y venderla al mejor comprador.


Uno de los lugares favoritos de los arrieros en Palencia era la taberna, La Trampa, cerca a la colina del Carmen.


Don Ceferino Escobar llego a la taberna con sus hombres. Amarraron las mulas a los postes y entraron a la taberna. Después de una mañana tan exhaustiva sí que les vendría bien un trago.


Don Ceferino: ¡Venga partida de babosos! Pierdan el respeto, tómense un trago conmigo.


Don Ceferino tomo un trago de aguardiente que le hizo arrugar la cara. Fue seguido por los otros hombres excepto por el más bajo de ellos, quien hizo desaparecer el trago debajo de la mesa mientras los demás no lo miraban.


Don Ceferino pidió otra ronda para todos.


Los hombres tomaron a la par con él, excepto por Tiburcio quien continuaba pretendiendo tomar. Pero esta vez lo descubrieron y Don Ceferino no estaba contento, se sentía insultado.


Tiburcio: No, Don Ceferino, yo no pretendo irrespetarlo. De verdad que aprecio que nos invite los tragos, pero es que, si tomo, seguro voy a ver el Cadejo, ese perro que visita a los borrachos y no quiero que me vuelva a pasar.


Los otros hombres en la taberna soltaron una carcajada, al oír las palabras de Tiburcio.

Don Ceferino pensó que eran solo excusas.


Don Ceferino: ¡Yo no sabía que la gente de Palencia eran cobardes!


A Tiburcio no le gusto que lo trataran de cobarde, así que dijo:


Tiburcio: mire Don Ceferino, yo siempre lo he respetado, pero si usted quiere tomar como si mañana se fuera a acabar el mundo, hasta que estemos perdidos de la borrachera, pues tomemos, pero yo le aseguro que cuando usted vea a ese perro, al Cadejo, no va a reír mucho, lo que va es a gritar y correr.


Así, que tomaron hasta que mas no pudieron, hasta que el cuerpo no les aguanto más alcohol. Los otros hombres después de unas horas se fueron, mientras que Don Ceferino y Tiburcio tomaron otra ruta, hacia los prados de la Corona donde se detuvieron a tomar una siesta.

Pero no llegaron tan lejos porque estaban tan borrachos, que sus cuerpos cayeron como bultos en una pequeña colina. Allí, descansaron, ignorando la noche que avanzaba silenciosa con sus fantasmas.


Pronto ambos hombres estaban roncando profundamente, pero no por mucho tiempo. Tiburcio se despertó al sentir el cosquilleo que producía el caminar de un insecto explorando su rostro. Y casi de inmediato recordó la apuesta que había hecho con Don Ceferino.

El hombre trato de quedarse despierto haciendo la guardia. De pronto, Tiburcio creyó escuchar el sonido del chocar de las uñas de un perro sobre las rocas. Y con aquel chasquido vio dos pequeñas luces amarillas acercándose, como dos bolas de fuego.


Tiburcio trato de despertar a Don Ceferino, pero el hombre parecía un bulto muerto.

El chasquido de las garras del animal sobre las rocas se hizo más fuerte. Al final el animal se mostró, allí enfrente de Tiburcio. Sus ojos echaban chispas, su cuerpo está listo para el ataque. El cadejo gruñía.


Tiburcio se asusto tanto que se desmayó, allí, al lado de Don Ceferino.


A la mañana siguiente despertó mientras Don Ceferino lo estrujaba. Pero ya no estaban en aquella colina donde habían caído borrachos, ahora estaban en el Guarda del Golfo, es decir en el mercado.


Don Ceferino estaba molesto, quería saber cómo habían ido a parar al mercado, donde todos los conocían. Estaba seguro de que habían descansado en otra parte. ¿Cómo habían acabado tan lejos?


Don Ceferino: Tiburcio no me diga que esto tiene que ver con su Cadejo.


Tiburcio: No lo sé Don Ceferino, pero le juro por la Santa Cruz que yo vi al Cadejo, con estos mismos ojos que se han de tragar la tierra. Pero me asuste tanto que me pasme y bueno usted ya sabe el resto.


Don Ceferino no podía entender porque sus ropas estaban todas rasgadas. Esto no tenía sentido. Según entendía ese perro, ese Cadejo, no atacaba a los borrachos, por el contrario, los acompañaba o defendía. Pero esta vez parecía como si los hubiera atacado.


Don Ceferino: No entiendo, Tiburcio, ¿porque nos atacó el Cadejo? Mire mis ropas, todas rasgadas.


Tiburcio no supo que decir.


Sin confesar a Tiburcio sus pensamientos, Don Ceferino recordó que alguna vez había escuchado decir que uno nunca se debe burlar de las creencias de la gente, especialmente de aquellos perseguidos por espantos, porque le puede pasar a uno.


No hablaron más del asunto por el contrario se pusieron de pie y fueron a contar las mulas. Faltaba una. Preguntaron por todas partes en el camino de regreso a la colina donde el evento había sucedido, pero nadie supo dar el paradero de la mulita.


Hasta que un pastor cerca a la colina les indico donde había visto la mula apenas hacia unas horas.


Pastor: Debería agradecerme, yo encontré la mulita por el Martinico toda asustada. Fíjese que ayer mismo del manicomio se escapó un loco y con machete en mano salió a matar a quien se le atravesara. Dicen que ese loco iba a matar a un par de hombres que descansaban en una colina, pero al parecer el perro que venía con ellos, los defendió.


Después de eso, Don Ceferino no volvió a dudar de las creencias populares de sus trabajadores, y de tiempo en tiempo dejaba algo de comida y agua en el camino, para ese perro que los había protegido. Pero jamás lo volvió a ver, por supuesto después de tremendo susto Don Ceferino comenzó a moderarse con el traguito.


**


Así que Tres Cuentos les aconseja queridos oyentes que si algún día van a visitar alguno de estos hermosos países centroamericanos asegúrese de que usted vienen con buenas intenciones. Nos escuchamos pronto, adiós.


En el último episodio sobre fantasmas legendarios latinoamericanos, conoceremos a un hombre cuya ambición lo llevo a abandonar todo y en consecuencia ganó una inmortalidad completamente inesperada.


Créditos

Ethnoamerica – Freesound.org - Serveng

Day of Recon – Max Surla, Media Right Productions

Aurora_Currents – Asher Fulero

The_Heartache -Ugonna Onyekwe_Persecution

Tibet - HOVATOFF

Darkest Child – Kevin McLeod

Sharp_Senses - Ugonna Onyekwe

Spirit_of_the_Dead - Aakash Gandhi

Subtle_Betrayal – SYBS


Hidden Agenda by Kevin MacLeod is licensed under a Creative Commons Attribution license (https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/)

Sneaky Snooper by Audionautix is licensed under a Creative Commons Attribution license (https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/)


Pooka – Kevin MacLeod

TipToes- Myuu

Spying In The 60's - Sir Cubworth


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