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Carolina Quiroga-Stultz

41 - Ciencia Ficción


¿Qué pasaría si los animales desarrollaran el lenguaje? El mexicano Amado Nervo nos cuenta que el lenguaje es la chispa que enciende una revolución que establece el "antes y el después" de la humanidad.


En los comentarios hablamos acerca del autor y reflexionamos sobre nuestra relación con los animales, y cómo ésta sirve de futura analogía en nuestra relación con los robots.

Kalpa


“- ¿Queréis que todo esto vuelva a empezar?

-Sí -responden a coro.”

Y así habló Zarathustra


En todas las eternidades

que a nuestro mundo precedieron,

¿cómo negar que ya existieron

planetas con humanidades;


y hubo Homeros que describieron

las primeras heroicidades,

y hubo Shakespeares que ahondar supieron

del alma en las profundidades?


Serpiente que muerdes tu cola,

inflexible círculo, bola

negra, que giras sin cesar,


refrán monótono del mismo

canto, marea del abismo,

¿sois cuento de nunca acabar?…




Bienvenida


Bienvenidos queridas y queridos oyentes de Tres Cuentos, el podcast bilingüe dedicado a las narrativas literarias, históricas y tradicionales latinoamericanas. Soy Carolina Quiroga-Stultz, y hoy finalizamos con la Ciencia Ficción Hispanoamericana.


El poema anterior fue escrito por el autor que presentaremos el día de hoy, el poeta mexicano Amado Nervo.


Hace un par de años, en un campamento de verano para niños PreK en San Antonio, Texas, tuve una de esas anécdotas que dividen el tiempo en "antes y después".


Después de contar el primer cuento, pasé a contar otro de origen. Empecé a decir, "Hace mucho tiempo, cuando los animales podían hablar". En ese momento una niña de unos cinco años me interrumpió abruptamente, y con escepticismo dijo: ¡Los animales no pueden hablar!

Traté de continuar, pero ella seguía diciendo en voz alta ¡Los animales no puede hablar! Me di cuenta de que no tenía sentido detener todo el espectáculo para explicarle que los animales se comunican. Que lo que pasa es que nosotros los humanos no hemos hecho el esfuerzo.


Después de aquella anécdota, comencé a iniciar mi hora de narración llamando a la Imaginación, como una forma de guiar a los niños(as) a abrir sus mentes a ideas como "los animales hablan". ¡Hasta ahora ha funcionado!


Continuemos pues, es un placer presentar la voz que le dará vida al cuento de Amado Nervo, “La última guerra”, la argentina y anfitriona del programa Audiolibros Por Qué Leer, Cecilia Bona. Pero les contaré más acerca de ella en los comentarios.


En la historia de la humanidad, las revoluciones han dado pie a nuevas religiones, a los derechos humanos y otros acontecimientos mundiales. Esta vez, el ascenso de los animales cuyo lenguaje y conciencia han evolucionado, será la chispa que encienda una revolución que establece el "antes y el después" de la humanidad.


La Última Guerra

Amado Nervo (México)

Narrado por Cecilia Bona



Tres habían sido las grandes revoluciones de que se tenía noticia: la que pudiéramos

llamar Revolución cristiana, que en modo tal modificó la sociedad y la vida en todo el haz del

planeta; la Revolución francesa, que, eminentemente justiciera, vino, a cercén de guillotina,

a igualar derechos y cabezas, y la Revolución socialista, la más reciente de todas, aunque

remontaba al año dos mil treinta de la Era cristiana.


Inútil sería insistir sobre el horror y la unanimidad de esta última revolución, que conmovió la tierra hasta en sus cimientos y que de una manera tan radical reformó ideas, condiciones, costumbres, partiendo en dos el tiempo, de suerte que en adelante ya no pudo decirse sino: Antes de la Revolución social y después de la Revolución social. Sólo haremos notar que, hasta la propia fisonomía de la especie, merced a esta gran conmoción, se modificó en cierto modo.

Cuéntase, en efecto, que antes de la Revolución había, sobre todo en los últimos años que la precedieron, ciertos signos muy visibles que distinguían físicamente a las clases llamadas entonces privilegiadas, de los proletarios, a saber: las manos de los individuos de las primeras, sobre todo de las mujeres, tenían dedos afilados, largos, de una delicadeza superior al pétalo de un jazmín, en tanto que las manos de los proletarios, fuera de su notable aspereza o del espesor exagerado de sus dedos, solían tener seis de estos en la diestra, encontrándose el sexto (un poco rudimentario, a decir verdad, y más bien formado por una callosidad semiarticulada) entre el pulgar y el índice, generalmente.


Otras muchas marcas delataban, a lo que se cuenta, la diferencia de las clases, y mucho temeríamos fatigar la paciencia del oyente enumerándolas. Solo diremos que los gremios de conductores de vehículos y locomóviles de cualquier género, tales como aeroplanos, aeronaves, aerociclos, automóviles, expresos magnéticos, directísimos transetéreolunares, etc., cuya característica en el trabajo era la perpetua inmovilidad de piernas, habían llegado a la atrofia absoluta de estas, al grado de que, terminadas sus tareas, se dirigían a sus domicilios en pequeños carros eléctricos especiales, usando de ellos para cualquier traslación personal.


La Revolución Social vino, empero, a cambiar de tal suerte la condición humana, que todas estas características fueron desapareciendo en el transcurso de los siglos, y en el año tres mil quinientos dos de la Nueva Era (o sea cinco mil quinientos treinta y dos de la Era Cristiana) no quedaba ni un vestigio de tal desigualdad dolorosa entre los miembros de la humanidad.


La Revolución social se maduró, no hay niño de escuela que no lo sepa, con la

anticipación de muchos siglos. En realidad, la Revolución francesa la preparó, fue el segundo

eslabón de la cadena de progresos y de libertades que empezó con la Revolución cristiana;

pero hasta el siglo XIX de la vieja era no empezó a definirse el movimiento unánime de los

hombres hacia la igualdad.


El año de la era cristiana 1950 murió el último rey, un rey del Extremo Oriente, visto como una positiva curiosidad por las gentes de aquel tiempo. Europa, que, según la predicción de un gran capitán (a decir verdad, considerado hoy por muchos historiadores como un personaje mítico), en los comienzos del siglo XX (post J.C.) tendría que ser republicana o cosaca se convirtió, en efecto, en el año de 1916, en los Estados Unidos de Europa, federación creada a imagen y semejanza de los Estados Unidos de América (cuyo recuerdo en los anales de la humanidad ha sido tan brillante, y que en aquel entonces ejercían en los destinos del viejo continente una influencia omnímoda).


II


Pero no divaguemos: ya hemos usado más de tres cilindros de fonotelerradiógrafo en

pensar estas reminiscencias (1), y no llegamos aún al punto capital de nuestra narración.


Como decíamos al principio, tres habían sido las grandes revoluciones de que se tenía

noticia; pero después de ellas, la humanidad, acostumbrada a una paz y a una estabilidad

inconmovibles, así en el terreno científico, merced a lo definitivo de los principios

conquistados, como en el terreno social, gracias a la maravillosa sabiduría de las leyes y a la

alta moralidad de las costumbres, había perdido hasta la noción de lo que era la vigilancia y

cautela, y a pesar de su aprendizaje de sangre, tan largo, no sospechaba los terribles

acontecimientos que estaban a punto de producirse.


La ignorancia del inmenso complot que se fraguaba en todas partes se explica, por lo

demás, perfectamente, por varias razones: en primer lugar, el lenguaje hablado por los

animales, lenguaje primitivo, pero pintoresco y bello, era conocido de muy pocos hombres, y

esto se comprende; los seres vivientes estaban divididos en dos únicas porciones:

los hombres, la clase superior, la élite, como si dijéramos del planeta, iguales todos en

derechos y casi, casi en intelectualidad, y los animales, humanidad inferior que iba

progresando muy lentamente a través de los milenarios, pero que se encontraba en aquel

entonces, por lo que ve a los mamíferos, sobre todo, en ciertas condiciones de

perfectibilidad relativa muy apreciables. Ahora bien: la élite, el hombre, hubiera juzgado

indecoroso para su dignidad aprender cualquiera de los dialectos animales llamados

inferiores.


En segundo lugar, la separación entre ambas porciones de la humanidad era completa,

pues aun cuando cada familia de hombres alojaba en su habitación propia a dos o tres

animales que ejecutaban todos los servicios, hasta los más pesados, como los de la cocina

(preparación química de pastillas y de jugos para inyecciones), el aseo de la casa, el cultivo

de la tierra, etc., no era común tratar con ellos, sino para darles órdenes en el idioma

patricio, o sea el del hombre, que todos ellos aprendían.


En tercer lugar, la dulzura del yugo a que se les tenía sujetos, la holgura relativa de sus

recreos, les daba tiempo de conspirar tranquilamente, sobre todo en sus centros de reunión,

los días de descanso, centros a los que era raro que concurriese hombre alguno.

(1) Las vibraciones del cerebro, al pensar se comunicaban directamente a un registrador

especial, que a su vez las transmitía a su destino. Hoy se ha reformado por completo este

aparato. (n. del autor).


III


¿Cuáles fueron las causas determinantes de esta cuarta revolución, la última (así lo

espero) de las que han ensangrentado el planeta? En tesis general, las mismas que

ocasionaron la Revolución social, las mismas que han ocasionado, puede decirse, todas las

revoluciones: viejas hambres, viejos odios hereditarios, la tendencia a igualdad de

prerrogativas y de derechos, y la aspiración a lo mejor, latente en el alma de todos los seres...

Los animales no podían quejarse, por cierto: el hombre era para ellos paternal, muy más

paternal de lo que lo fueron para el proletario los grandes señores después de la Revolución

francesa.


Obligabales a desempeñar tareas relativamente rudas, es cierto; porque él, por lo excelente de su naturaleza, se dedicaba de preferencia a la contemplación; más un intercambio noble, y aun magnánimo, recompensaba estos trabajos con relativas comodidades y placeres. Empero, por una parte el odio atávico de que hablamos, acumulado en tantos siglos de malos tratamientos, y por otra el anhelo, quizá justo ya, de reposo y de mando, determinaban aquella lucha que iba a hacer época en los anales del mundo.


Para que los que oyen esta historia puedan darse una cuenta más exacta y más gráfica, si

vale la palabra, de los hechos que precedieron a la revolución, a la rebelión debiéramos

decir, de los animales contra el hombre, vamos a hacerles asistir a una de tantas asambleas

secretas que se convocaban para definir el programa de la tremenda pugna, asamblea

efectuada en México, uno de los grandes focos directores, y que, cumpliendo la profecía de

un viejo sabio del siglo XIX, llamado Eliseo Reclus, se había convertido, por su posición

geográfica en la medianía de América y entre los dos grandes océanos, en el centro del

mundo.


Había en la falda del Ajusco, adonde llegaban los últimos barrios de la ciudad, un

gimnasio para mamíferos, en el que estos se reunían los días de fiesta y casi pegado al

gimnasio un gran salón de conciertos, muy frecuentado por los mismos. En este salón, de

condiciones acústicas perfectas y de amplitud considerable, se efectuó el domingo 3 de

agosto de 5532 (de la Nueva Era) la asamblea en cuestión.


Presidía Equs Robertis, un caballo muy hermoso, por cierto; y el primer orador

designado era un propagandista célebre en aquel entonces, Can Canis, perro de una

inteligencia notable, aunque muy exaltado. Debo advertir que en todas partes del mundo

repercutiría, como si dijéramos, el discurso en cuestión, merced a emisores especiales que

registraban toda vibración y la transmitían solo a aquellos que tenían los receptores

correspondientes, utilizando ciertas corrientes magnéticas; aparatos estos ya hoy en desuso

por poco prácticos.


Cuando Can Canis se puso en pie para dirigir la palabra al auditorio, oyéronse por todas

partes rumores de aprobación.


IV


Mis queridos hermanos —empezó Can Canis—:


La hora de nuestra definitiva liberación está próxima. A un signo nuestro, centenares de

millares de hermanos se levantarán como una sola masa y caerán sobre los hombres, sobre

los tiranos, con la rapidez de una centella. El hombre desaparecerá del haz del planeta y

hasta su huella se desvanecerá con él. Entonces seremos nosotros dueños de la tierra,

volveremos a serlo, mejor dicho, pues que primero que nadie lo fuimos, en el albor de los

milenarios, antes de que el antropoide apareciese en las florestas vírgenes y de que su

aullido de terror repercutiese en las cavernas ancestrales. ¡Ah!, todos llevamos en los

glóbulos de nuestra sangre el recuerdo orgánico, si la frase se me permite, de aquellos

tiempos benditos en que fuimos los reyes del mundo. Entonces, el sol enmarañado aún de

llamas a la simple vista, enorme y tórrido, calentaba la tierra con amor en toda su superficie,

y de los bosques, de los mares, de los barrancos, de los collados, se exhalaba un vaho espeso

y tibio que convidaba a la pereza y a la beatitud.


El Mar divino fraguaba y desbarataba aún sus archipiélagos inconsistentes, tejidos de algas y de madréporas; la cordillera lejana humeaba por las mil bocas de sus volcanes, y en las noches una zona ardiente, de un rojo vivo, le prestaba una gloria extraña y temerosa. La luna, todavía joven y lozana, estremecida por el continuo bombardeo de sus cráteres, aparecía enorme y roja en el espacio, y a su luz misteriosa surgía formidable de su caverna el león saepelius; el uro erguía su testa poderosa entre las breñas, y el mastodonte contemplaba el perfil de las montañas, que, según la expresión de un poeta árabe, le fingían la silueta de un abuelo gigantesco. Los saurios

volantes de las primeras épocas, los iguanodontes de breves cabezas y cuerpos colosales, los

megateriums torpes y lentos, no sentían turbado su reposo más que por el rumor sonoro del

mar genésico, que fraguaba en sus entrañas el porvenir del mundo.


¡Cuán felices fueron nuestros padres en el nido caliente y piadoso de la tierra de

entonces, envuelta en la suave cabellera de esmeralda de sus vegetaciones inmensas, como

una virgen que sale del baño...! ¡Cuán felices...! A sus rugidos, a sus gritos inarticulados,

respondían solo los ecos de las montañas... Pero un día vieron aparecer con curiosidad,

entre las mil variedades de cuadrúmanos que poblaban los bosques y los llenaban con sus

chillidos desapacibles, una especie de monos rubios que, más frecuentemente que los otros,

se enderezaban y mantenían en posición vertical, cuyo vello era menos áspero, cuyas

mandíbulas eran menos toscas, cuyos movimientos eran más suaves, más cadenciosos, más

ondulantes, y en cuyos ojos grandes y rizados ardía una chispa extraña y enigmática que

nuestros padres no habían visto en otros ojos en la tierra. Aquellos monos eran débiles y

miserables... ¡Cuán fácil hubiera sido para nuestros abuelos gigantescos exterminarlos para

siempre...! Y de hecho, ¡cuántas veces cuando la horda dormía en medio de la noche,

protegida por el claror parpadeante de sus hogueras, una manada de mastodontes,

espantada por algún cataclismo, rompía la débil valla de lumbre y pasaba de largo triturando

huesos y aplastando vidas; o bien una turba de felinos que acechaba la extinción de las

hogueras, una vez que su fuego custodio desaparecía, entraba al campamento y se ofrecía

un festín de suculencia memorable...!


A pesar de tales catástrofes, aquellos cuadrúmanos, aquellas bestezuelas frágiles, de ojos misteriosos, que sabían encender el fuego, se multiplicaban; y un día, día nefasto para nosotros, a un macho de la horda se le ocurrió, para defenderse, echar mano de una rama de árbol, como hacían los gorilas, y aguzarla con una piedra, como los gorilas nunca soñaron hacerlo. Desde aquel día nuestro destino quedó fijado en la existencia: el hombre había inventado la máquina, y aquella estaca puntiaguda fue su cetro, el cetro de rey que le daba la naturaleza...


¿A qué recordar nuestros largos milenarios de esclavitud, de dolor y de muerte...? El hombre, no contento con destinarnos a las más rudas faenas, recompensadas con malos tratamientos, hacía de muchos de nosotros su manjar habitual, nos condenaba a la vivisección y a martirios análogos, y las hecatombes seguían a las hecatombes sin una protesta, sin un movimiento de piedad... La Naturaleza, empero, nos reservaba para más altos destinos que el de ser comidos a perpetuidad por nuestros tiranos. El progreso, que es la condición de todo lo que alienta, no nos exceptuaba de su ley; y a través de los siglos, algo divino que había en nuestros espíritus rudimentarios, un germen luminoso de intelectualidad, de humanidad futura, que a veces fulguraba dulcemente en los ojos de mi abuelo el perro, a quien un sabio llamaba en el siglo XVIII (post J.C.) un candidato a la humanidad; en las pupilas del caballo, del elefante o del mono, se iba desarrollando en los senos más íntimos de nuestro ser, hasta que, pasados siglos y siglos floreció en indecibles manifestaciones de vida cerebral...El idioma surgió monosilábico,

rudo, tímido, imperfecto, de nuestros labios; el pensamiento se abrió como una celeste flor

en nuestras cabezas, y un día pudo decirse que había ya nuevos dioses sobre la tierra; por

segunda vez en el curso de los tiempos el Creador pronunció un fiat, et homo factus fuit.


No vieron Ellos con buenos ojos este paulatino surgimiento de humanidad; mas

hubieron de aceptar los hechos consumados, y no pudiendo extinguirla, optaron por

utilizarla... Nuestra esclavitud continuó, pues, y ha continuado bajo otra forma: ya no se nos

come, se nos trata con aparente dulzura y consideración, se nos abriga, se nos aloja, se nos

llama a participar, en una palabra, de todas las ventajas de la vida social; pero el hombre

continúa siendo nuestro tutor, nos mide escrupulosamente nuestros derechos... y deja para

nosotros la parte más ruda y penosa de todas las labores de la vida. No somos libres, no

somos amos, y queremos ser amos y libres... Por eso nos reunimos aquí hace mucho tiempo,

por eso pensamos y maquinamos hace muchos siglos nuestra emancipación, y por eso muy

pronto la última revolución del planeta, el grito de rebelión de los animales contra el

hombre, estallará, llenando de pavor el universo y definiendo la igualdad de todos los

mamíferos que pueblan la tierra...


Así habló Can Canis, y este fue, según todas las probabilidades, el último discurso

pronunciado antes de la espantosa conflagración que relatamos.


V


El mundo, he dicho, había olvidado ya su historia de dolor y de muerte; sus armamentos

se orinecían en los museos, se encontraba en la época luminosa de la serenidad y de la paz;

pero aquella guerra que duró diez años, como el sitio de Troya, aquella guerra que no había

tenido ni semejante ni paralelo por lo espantosa, aquella guerra en la que se emplearon

máquinas terribles, comparadas con las cuales los proyectiles eléctricos, las granadas

henchidas de gases, los espantosos efectos del radium utilizado de mil maneras para dar

muerte, las corrientes formidables de aire, los dardos inyectores de microbios, los choques

telepáticos..., todos los factores de combate, en fin, de que la humanidad se servía en los

antiguos tiempos, eran risibles juegos de niños; aquella guerra, decimos, constituyó un

inopinado, nuevo, inenarrable aprendizaje de sangre...


Los hombres, a pesar de su astucia, fuimos sorprendidos en todos los ámbitos del orbe, y

el movimiento de los agresores tuvo un carácter tan unánime, tan certero, tan hábil, tan

formidable, que no hubo en ningún espíritu siquiera la posibilidad de prevenirlo...


Los animales manejaban las máquinas de todos géneros que proveían a las necesidades

de los elegidos; la química era para ellos eminentemente familiar, pues que a diario

utilizaban sus secretos: ellos poseían además y vigilaban todos los almacenes de provisiones,

ellos dirigían y utilizaban todos los vehículos... Imagínese, por tanto, lo que debió ser aquella

pugna, que se libró en la tierra, en el mar y en el aire... La humanidad estuvo a punto de

perecer por completo; su fin absoluto llegó a creerse seguro (seguro lo creemos aún)... y a la

hora en que yo, uno de los pocos hombres que quedan en el mundo, pienso ante el

fonotelerradiógrafo estas líneas, que no sé si concluiré, este relato incoherente que quizá

mañana constituirá un utilísimo pedazo de historia... para los humanizados del porvenir,

apenas si moramos sobre el haz del planeta unos centenares de sobrevivientes, esclavos de

nuestro destino, desposeídos ya de todo lo que fue nuestro prestigio, nuestra fuerza y

nuestra gloria, incapaces por nuestro escaso número y a pesar del incalculable poder de

nuestro espíritu, de reconquistar el cetro perdido, y llenos del secreto instinto que confirma

asaz la conducta cautelosa y enigmática de nuestros vencedores, de que estamos llamados a

morir todos, hasta el último, de un modo misterioso, pues que ellos temen que un arbitrio

propio de nuestros soberanos recursos mentales nos lleve otra vez, a pesar de nuestro

escaso número, al trono de donde hemos sido despeñados... Estaba escrito así... Los

autóctonos de Europa desaparecieron ante el vigor latino; desapareció el vigor latino ante el

vigor sajón, que se enseñoreó del mundo... y el vigor sajón desapareció ante la invasión

eslava; esta, ante la invasión amarilla, que a su vez fue arrollada por la invasión negra, y así,

de raza en raza, de hegemonía en hegemonía, de preeminencia en preeminencia, de

dominación en dominación, el hombre llegó perfecto y augusto a los límites de la historia...


Su misión se cifraba en desaparecer, puesto que ya no era susceptible, por lo absoluto de su perfección, de perfeccionarse más... ¿Quién podía sustituirlos en el imperio del mundo?

¿Qué raza nueva y vigorosa podía reemplazarle en él? Los primeros animales humanizados, a

los cuales tocaba su turno en el escenario de los tiempos... Vengan, pues, enhorabuena; a

nosotros, llegados a la divina serenidad de los espíritus completos y definitivos, no nos

queda más que morir dulcemente. Humanos son ellos y piadosos serán para matarnos.

Después, a su vez, perfeccionados y serenos, morirán para dejar su puesto a nuevas razas

que hoy fermentan en el seno oscuro aún de la animalidad inferior, en el misterio de un

génesis activo e impenetrable... ¡Todo ello hasta que la vieja llama del sol se extinga

suavemente, hasta que su enorme globo, ya oscuro, girando alrededor de una estrella de la

constelación de Hércules, sea fecundado por vez primera en el espacio, y de su seno

inmenso surjan nuevas humanidades... para que todo recomience!

FIN


Comentario


Muy bien, volvamos al presente y dejemos atrás la arrogancia de la humanidad y el terrible desenlace. Sólo podemos esperar que la historia de Nervo sea un ejercicio de imaginación y tal vez una advertencia o un llamado a tratar a todos los animales con respeto.


Antes de contarles más sobre Amado Nervo, permítanme presentar a la voz que le dio vida a “La Última Guerra”.



Cecilia Bona nació en Buenos Aires, Argentina. Es periodista y productora de radio. Como tal, trabajó en diversas radios y proyectos audiovisuales. En el 2010 creó Avispados.com.ar, un medio vecinal que publica noticias barriales de la ciudad.


En el 2018 creó Por qué leer, una multiplataforma que promueve el placer por la lectura. Además de existir el sitio web, Por qué leer tiene presencia en redes sociales (especialmente Instagram y YouTube) y en aplicaciones de podcast como Spotify, donde semanalmente publica cuentos leídos. Este proyecto se nutre de todas sus experiencias laborales previas y funciona como su escuela y laboratorio. Pueden visitar Por qué leer en www.porqueleer.com


En otras noticias, si se han preguntado cómo puedo colaborar con Tres Cuentos, bueno, aquí hay algunas opciones fantásticas.


Si tienen experiencia traduciendo del español al inglés, o del portugués al inglés o al español, o de alguna de nuestras lenguas indígenas al español o inglés, vuestra ayuda es muy bienvenida. Todavía hay mucha literatura latinoamericana que necesita llegar a un público más amplio.


Además, si usted es un actor, actriz, narrador escénico, voz en off, o tiene alguna experiencia leyendo historias en voz alta, quizá en su salón de clases, necesitamos su voz.

En ambos casos, le garantizamos que les guiaremos en el proceso de colaboración, ¡y les daremos crédito por ello en el programa! Y por supuesto, nuestro más sincero agradecimiento.


Por lo tanto, apúntense a nuestra lista de correos en www.trescuentos.com, o póngase en contacto con nosotros en tres.cuentos.podcast@gmail.com. Y, por supuesto, ¡compartan sus episodios favoritos!


Muy bien, es hora de seguir adelante. Antes de leer los comentarios de Leo Quiron sobre la carrera literaria de Nervo, quería reflexionar brevemente sobre una de las citas de Nervo: “¿Quién podía sustituirlos en el imperio del mundo? ¿Qué raza nueva y vigorosa podía reemplazarle en él?”.


Veamos, entre las leyes de la naturaleza de este planeta esta que todo debe cambiar, vivir y morir, levantarse y caer. Los dinosaurios se extinguieron, civilizaciones se han levantado y caído, así que la pregunta de Nervo es válida, ¿quién nos reemplazará?

No me detendré en el tema por mucho tiempo. Solo, quiero compartir otra cita del historiador Yuval Noah Harari, de su libro Homo Deus, Una breve historia del mañana.


Traduciendo del inglés al español la cita de Harari aprendemos: "Algunos lectores pueden preguntarse por qué los animales recibieron tanta atención en un libro sobre el futuro. En mi opinión, no se puede tener una discusión sobre la naturaleza y el futuro de la humanidad sin comenzar con nuestros semejantes animales. El homo sapiens hace todo lo posible para olvidar el hecho de que es un animal, y es doblemente importante recordar nuestros orígenes en un momento en que buscamos convertirnos en dioses. Ninguna investigación de nuestro futuro divino puede ignorar nuestro propio pasado animal o nuestras relaciones con otros animales, porque la relación entre humanos y animales es el mejor modelo que tenemos para futuras relaciones entre superhumanos y humanos. ¿Quieren saber cómo los superinteligentes cyborgs podrían tratar a los humanos ordinarios de carne y hueso? Mejor empezar investigando cómo los humanos tratan a sus primos animales menos inteligentes. No es una analogía perfecta, por supuesto, pero es el mejor arquetipo que podemos observar, en lugar de simplemente imaginar".


Y ahí termina la breve intervención del historiador Yuval Noah Harari. Recuerdo haber oído de un libro de más de mil años que la naturaleza debe ser domesticada o dominada, dando a la humanidad rienda suelta para conquistar y destruir, bueno a eso, digo, la vida funciona como un bumerán. Cosechamos lo que sembramos. Para la muestra un botón, recuerdan el primer episodio que salió al aire “Los espíritus regresan”, una pieza de sabiduría del folclore maya que nos da otra razón para tratar a los animales con amor y respeto.

Sin más, aquí está el comentario de Leo Quirón sobre Amado Nervo.


(Leo Quiron)

Sobre Amado Nervo (1870-1919)


Gracias a su poesía y el vínculo con el movimiento modernista mexicano fue que conocí por primera vez la figura de Amado Nervo. Sin embargo, la propuesta estética del autor en narrativa es también memorable. En esta ocasión hemos presentado solo una parte de sus creaciones de ciencia ficción. Y con el cuento “La última guerra” invitamos a los lectores a continuar explorando la narrativa de Amado Nervo.


José Amado Ruiz de Nervo fue el primer hijo de una modesta familia de ascendencia española, nacido en Tepic un pequeño pueblo en el Estado de Nayarit, ubicado en la costa pacífica de México, el 27 de agosto de 1870. Tras la muerte de su padre en 1883, Nervo se traslada junto a su familia al Estado de Michoacán, donde realiza sus estudios en un colegio que también era un seminario católico.


Por dificultades económicas tuvo que abandonar sus estudios y buscar un empleo para ayudar a su familia. No obstante, en 1891, Nervo comienza sus estudios de teología con el objetivo de ordenarse como sacerdote. Pero las dificultades económicas le obligan a buscar de nuevo trabajo y comienza a escribir para el periódico El Correo de la Tarde, y también presta sus servicios para una oficina de abogados.


Por otra parte, es importante señalar que durante el período de 1876 hasta 1911, el poder político en México era ejercido por el militar Porfirio Díaz, período histórico caracterizado por el autoritarismo y la represión. Díaz se negaba a abandonar el poder y por ello Francisco Madero convocó a la rebelión, la cual surgió el 20 de noviembre de 1910, y terminó en mayo de 1911 con la derrota y exilio del General Porfirio Díaz. En este contexto histórico también son relevantes las figuras de Pancho Villa y Emiliano Zapata, revolucionarios que vencieron las tropas porfiristas en distintas partes de la geografía mexicana.


Para el año de 1893, Amado Nervo decide trasladarse a Ciudad de México con el objetivo de vincularse a las corrientes literarias de su época, donde destacaba la figura de Manuel Gutiérrez Nájera, conocido poeta y escritor mexicano a quien Nervo admiraba. Para el joven Nervo este debió ser un tiempo difícil en su vida, al estar viviendo en una ciudad nueva, con dificultades financieras y un entorno social inestable. A pesar de las dificultades, logra abrirse un espacio logrando el apoyo de Gutiérrez Nájera, y para agosto de 1894 participa en la importante revista modernista llamada Azul.


En este punto es conveniente mencionar algunas características del movimiento literario latinoamericano denominado como modernismo, que se desarrolló entre 1880 hasta 1917. A grandes rasgos se puede entender el modernismo como una propuesta literaria surgida en el ámbito de la poesía, que buscaba la transformación estética, métrica y expresiva, con un refinamiento que tiende hacia lo aristocrático y el culturalismo literario. Puede entenderse el culturalismo en literatura como la puesta de abundantes referencias culturales dentro de los textos. Los poetas más renombrados de este movimiento fueron: Rubén Darío (Nicaragua), José Martí (Cuba), José Asunción Silva (Colombia), Manuel Gutiérrez Nájera (México), y Amado Nervo (México).


Ahora bien, al leer el cuento de Amado Nervo “La Última Guerra”, no pude evitar hacer la relación con el famoso cuento de George Orwell llamado la “Rebelión en la Granja” publicado en 1945. Mi asombro estaba enfocado no sólo en que el cuento de Nervo es muy anterior, publicado en 1906, sino que para Nervo el socialismo conduce a la humanidad a un escenario de gran progreso. Más allá de las relaciones, diferencias, similitudes o influencias que se puedan establecer con la narración de Orwell, me fascinó encontrar en el cuento de Nervo una propuesta estética donde el énfasis no estaba puesto en las relaciones políticas, ni en el avance científico sino en la lengua como herramienta revolucionaria.


En el cuento de Amado Nervo, cuando Can Canis, uno de los líderes de la revolución animal, da su discurso señala que los animales lograron desarrollar su lengua, y esto condujo a un real cambio en su pensamiento: “… El idioma surgió monosilábico, rudo, tímido, imperfecto en nuestros labios; el pensamiento se abrió como una celeste flor en nuestras cabezas, y un día pudo decirse que había ya nuevos dioses sobre la tierra (…)”.


De esta forma, hemos visto como el autor no sólo reinventa su propuesta estética haciendo un importante aporte en un área de la literatura latinoamericana poco explorado como es la ciencia ficción. Sino que a la vez va más allá de su tiempo, recordemos que vivió durante un período de dictadura y revolución en su país, haciendo una importante reflexión sobre la lengua como una herramienta que puede lograr los cambios necesarios ante cualquier injusticia.


Despedida


Muy bien espero que hayan aprendido una cosita o dos acerca de Amado Nervo. Y que interesante es reconocer que el lenguaje es realmente una de las mejores herramientas para transfor el mundo, así que usémoslo sabiamente. Finalicemos el programa, con otro de los poemas de Amado Nervo, un poema que al igual que el primero que leímos “Kalpa,” se pregunta quien será el Cristóbal Colon de otras humanidades, humanidades que quizá ya han pasado y superado aquello que nosotros apenas estamos viviendo.


El Gran Viaje

Amado Nervo


¿Quién será, en un futuro no lejano, el Cristóbal Colón de algún planeta?

¿Quién logrará, con máquina potente, sondar el océano del éter, y llevarnos de la mano allí donde llegaron solamente los osados ensueños del poeta?

¿Quién será en un futuro no lejano el Cristóbal Colón de algún planeta?

¿Y qué sabremos tras el viaje augusto? ¿Qué nos enseñaréis, humanidades de otros orbes, que giran en la divina noche silenciosa, y que acaso hace siglos que nos miran?

Espíritus a quienes las edades en su fluir robusto mostraron ya la clave portentosa de lo Bello y lo Justo, ¿cuál será la cosecha de verdades que deis al hombre, tras el viaje augusto?

¿Con qué luz nueva escrutará el arcano? ¡Oh la esencial revelación completa que fije nuevo molde al barro humano!

¿Quién será en un futuro no lejano el Cristóbal Colón de algún planeta?


(Fuente: Secretaría de Cultura de México. Dirección General de Bibliotecas. Url: https://dgb.cultura.gob.mx/recursos/documentos/AmadoNervo/AmadoNervoTextos.pdf)


Y eso es todo por hoy. Con este episodio cuasi finalizamos la serie sobre Ciencia Ficción Hispanoamericana. La verdad es que todavía tenemos otros cuentos de ciencia ficción y fantasía bajo la manga, y hasta una entrevista con la Dr. Andrea Bell co-editora del libro en inglés Cosmo Latinos, y todo eso saldrá durante el verano. Así que, hasta el siguiente cuento, adiós, adiós.



Bibliografía


Secretaría de Cultura de México. Dirección General de Bibliotecas. Url: https://dgb.cultura.gob.mx/recursos/documentos/AmadoNervo/AmadoNervoTextos.pdf

Cosmos Latinos, An Anthology of Science Fiction from Latin American and Spain, edited by Andrea L. Bell & Yolanda Molina-Gavilán, and published by Wesleyan University Press, 2003.


Homo Deus, A Brief History of Tomorrow, by Yuval Noah Harari. Published by Harper; Illustrated edition (February 21, 2017).


Música


Pablo – Minivandals

Moonlight Sonata (by Beethoven) - BeethovenDays –

Back Streets of Seoul - MK2

Constancy Part 2 - The Descent by Kevin MacLeod is licensed under a Creative Commons Attribution 4.0 license. https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/

Source: http://incompetech.com/music/royalty-free/index.html?isrc=USUAN1100773


Halls of the Undead by Kevin MacLeod is licensed under a Creative Commons Attribution 4.0 license. https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/

Source: http://incompetech.com/music/royalty-free/index.html?isrc=USUAN1100355


Fall of the Solar King by Twin Musicom is licensed under a Creative Commons Attribution 4.0 license. https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/


Anamalie by Kevin MacLeod is licensed under a Creative Commons Attribution 4.0 license. https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/

Source: http://incompetech.com/music/royalty-free/index.html?isrc=USUAN1500007


Dragon and Toast by Kevin MacLeod is licensed under a Creative Commons Attribution 4.0 license. https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/

Source: http://incompetech.com/music/royalty-free/index.html?isrc=USUAN1100251


Iron Horse - Silent Film Dark by Kevin MacLeod is licensed under a Creative Commons Attribution 4.0 license. https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/

Source: http://incompetech.com/music/royalty-free/index.html?isrc=USUAN1100735







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